AMBIENTE Y POLÍTICA: NUEVA NOTA DE DIVULGACIÓN: Radiografía del agroextractivismo en Argentina. Del Mapa del Agronegocio a la Agroecología como alternativa o ¿por qué mapeamos?
Radiografía del agroextractivismo en Argentina. Del Mapa del Agronegocio a la Agroecología como alternativa o ¿por qué mapeamos?
Por Cecilia Gárgano[*]
[*] Doctora en Historia por la Universidad de Buenos Aires (UBA). Es investigadora adjunta del CONICET radicada en el LICH (UNSAM-CONICET) donde coordina el Programa @Mapa.Extractivista (Conflictos socioambientales, conocimientos y políticas en el mapa extractivista argentino).
El 38% de la superficie firme de la tierra está ocupada por la agricultura y la ganadería. Esto representa aproximadamente 1500 millones de hectáreas de tierra que son utilizadas para plantar cultivos y 3500 millones que se utilizan para pastoreo (Feldman y Cortés, 2016: 461).
En este mapa mundial, la agricultura industrial ocupa el 70-80% de la tierra arable global, consume 80% del petróleo y del agua y genera entre el 20-30% de los gases de efecto invernadero (Nicholls y Altieri, 2019: 55; Stocker et al., 2013). Por el contrario, solamente produce el 30% de los alimentos que consume la humanidad (ETC, 2017). Este agroextractivismo del siglo XXI (Petras y Veltmeyer 2014) es intensivo en el uso de combustibles fósiles, plaguicidas y fertilizantes químicos, extensión de la frontera agrícola -que desplaza otros cultivos, bosques nativos y poblaciones-, consumo intensivo de agua dulce y concentración de la riqueza derivada del negocio de las mercancías agrarias. Argentina tiene una larga historia ligada al sector agrícola, desde su temprana inserción en la división internacional del trabajo. A partir de 1996 ha ido reforzando un modelo basado en la producción de soja transgénica y cultivos subsidiarios, que se enmarca en este perfil productivo (Gárgano 2023). Es decir, un extractivismo agrario que socava las propias bases materiales que lo mantienen.
En el año 2003, la empresa Syngenta difundió una publicidad en los suplementos rurales de los diarios argentinos Clarín y La Nación donde bautizó y preanunció el reordenamiento territorial: lo llamó “República Unida de la Soja». La publicidad, que iba acompañada por la leyenda “La soja no conoce fronteras”, graficó la espacialidad transfronteriza del capital agrario y la rapidez con la que la frontera sojera se extendió por fuera de los límites de los estados nacionales. En Argentina, a raíz de esta expansión en menos de dos décadas se registraron un 25% menos de explotaciones agropecuarias (González y Manzanal 2021).
Desde la aprobación de la soja RR[1] en 1996 hasta el día de hoy, más del 80% de los cultivos transgénicos que fueron aprobados para todo el territorio nacional comparten una característica: fueron diseñados para ser resistentes a plaguicidas, en su mayoría a herbicidas. Sin embargo, no existe ninguna ley nacional de presupuestos mínimos sobre plaguicidas que disponga distancias comunes para el uso de estas sustancias. No casualmente esta situación es compartida tanto por los demás estados que integran el Mercosur, como por los que componen la Comunidad Andina (CAN).
[1] La soja RR es un tipo de soja genéticamente modificada para tolerar herbicidas producidos con glifosato.
Imagen 1. Publicidad de la firma Syngenta “La soja no conoce fronteras”,
Fuente: Clarín Rural (2003), tomada de Gárgano (2022)
Mapa del Agronegocio en la Provincia de Buenos Aires (PBA)[1]: ¿por qué mapeamos?
Una gran cantidad de trabajos han señalado los efectos ambientales, así como las incidencias sanitarias y socioterritoriales del modelo productivo referido. Estudios recientes han indagado sobre el efecto de la interacción entre plaguicidas y sus impactos en flora y fauna (Lajmanovich et al. 2019, entre otros). Los efectos sanitarios del uso intensivo de plaguicidas en el territorio nacional han sido alertados por profesionales de la salud, investigadores y poblaciones afectadas. También se han estudiado los efectos negativos que tienen los cambios en el uso del suelo para la soberanía alimentaria. Sin embargo, mientras que los estudios académicos crecen y los mapeos comunitarios se multiplican, no existen relevamientos epidemiológicos ni ambientales oficiales. Tampoco datos estatales sobre la cantidad de plaguicidas utilizados. En uno de los ejes más críticos, el agua, no contamos con Valores guía de Residuos de Plaguicidas en Agua Potable (VRPA). Frente a este vacío, las poblaciones viven en el reino del revés. Desprotegidas por la inexistencia de distanciasprotectoras que unifiquen criterios para las mismas prácticas productivas y desprovistas de información oficial, estas poblaciones no solamente son libradas a su suerte, sino que además se les exige reunir y presentar -en larguísimas instancias judiciales- evidencia científica probatoria de los daños que sufren en su salud y territorios.
Por un lado, diversos mecanismos institucionales mantienen espacios desregulados: no existen disposiciones uniformes para la utilización de los plaguicidas, no se controla su presencia en el agua que bebemos, no se contempla la sinergia derivada del uso combinado de distintas sustancias y la lista podría continuar. En la misma línea, no se ejerce un control estatal efectivo sobre la totalidad de las cantidades de granos exportadas y, por ende, sobre las ganancias asociadas. Además, la principal puerta de salida para las exportaciones del país -nuestro Río Paraná devenido Hidrovía- está privatizado al igual que el conjunto de los puertos nacionales. Por otro lado, a nivel local, mecanismos jurídicos y (des)regulatorios particularizan y fragmentan reclamos que en realidad comparten una misma base material. Solamente en PBA existen 34 fallos judiciales y un dictamen de la Procuración Nacional, todos centrados en la problemática socioambiental en torno al uso de agrotóxicos (Gárgano, 2022: 165).
En esta dinámica también operan discursos tecnocientíficos que en muchas oportunidades legitiman estas prácticas productivas y desacreditan experiencias de las poblaciones asociando sus demandas al desconocimiento, la desinformación o el mal uso de “Buenas Prácticas Agrícolas” (BPA). Pese a que las maestras rurales se han constituido en uno de los principales actores a la hora de visibilizar los conflictos, así como de dar la lucha por el cese de las fumigaciones sobre las escuelas, no es extraño encontrar materiales de capacitación docentes como el de la Imagen 1 del partido de Chivilcoy que señalaba: “Cultivos transgénicos. Es hora de comprender más y temer menos”. Como los territorios, también la ciencia, que es, en realidad, heterogénea en sus posiciones y portadora de un activismo que articula con los reclamos de las poblaciones, se homogeniza.
Imagen 2. Material de difusión de capacitaciones docentes en Chivilcoy, Provincia de Buenos Aires, del año 2019.
Fuente: Gárgano (2022).
Nuestro Mapa del Agronegocio en la provincia de Buenos Aires (PBA) (ver Imagen 3) busca oficiar de herramienta para rearmar el rompecabezas que conforma el agronegocio y contribuir a desarmar una de sus operaciones más efectivas: la presentación de los daños ambientales, sanitarios y sociales como hechos aislados y/o accidentales. Fue realizado con el objetivo de relevar y sistematizar información disponible relacionada a los efectos socioambientales del modelo productivo agrario hegemónico, así como a los procesos de organización y resistencia que se despliegan desde los pueblos afectados. Por su importancia en los reclamos identificados, decidimos organizar los conflictos relevados en base a la contaminación por plaguicidas en general, en particular de cursos de agua y escuelas afectadas. Se trata de una cartografía que busca visibilizar la conflictividad existente y su importancia para la agenda pública.
Imagen 3. Mapa del Agronegocio PBA.
Fuente: Captura de pantalla tomada del Mapa del Agronegocio en la provincia de Buenos Aires (PBA)
El Mapa se propone como un espacio en construcción: está abierto a la recepción de datos que lo amplíen y mejoren. Relevamos 96 conflictos socioambientales, fuentes documentales y materiales audiovisuales del trabajo de campo realizado por nuestro equipo de investigación. Para cada conflicto se registró información sobre: a) judicialización de los mismos; b) tipo de acciones y actores implicados; c) afectación por el uso intensivo de plaguicidas de cursos de agua, escuelas y residentes de zonas rurales, así como urbanas. El sitio también contiene los episodios de Territorios, el podcast con el que mapeamos el extractivismo a través de sus historias, luchas y alternativas[1].
¿Por qué nos enfocamos en PBA? Se trata de la provincia más extensa y más densamente poblada del país que, como señalamos, viene registrando una escalada en la conflictividad socioambiental derivada de la matriz agraria. El mapa incorpora casos de investigación sobre los que venimos trabajando, así como registros audiovisuales de los mismos, pero fundamentalmente se dedica a reunir y sistematizar diversas fuentes dispersas (notas periodísticas, informes institucionales, papers, entre otros registros) disponibles. Este mapeo se inscribe dentro de las tareas del Programa de investigación Conflictos Socioambientales, Conocimientos y Políticas en el Mapa Extractivista Argentino, radicado en el Laboratorio de Investigación en Ciencias Sociales (LICH), unidad de doble dependencia de la Universidad Nacional de San Martín y el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET). Tiene carácter interinstitucional y transdisciplinario, por las diversas formaciones de sus integrantes, así como por el abordaje dado a las problemáticas socioambientales. Entendemos la investigación como práctica anfibia, destinada a producir intervenciones en conjunto con otros colectivos y saberes.
A diferencia del Mapa, lejos de acotarse a la PBA, la conflictividad socioambiental derivada de las prácticas productivas del agro recorre todo el país (ver ejemplo en Imagen 3). Es tan extensa como el propio desierto verde que recorre nuestra geografía. Y, pese a las múltiples diferencias que cada territorio y comunidad suponen, un mismo reclamo se consolida: paren de fumigarnos.
Imagen 4. Intervención durante la muestra itinerante “El costo humano de los agrotóxicos”, de Pablo Piovano, organizada por la Asamblea de la 18. Los Pinos, Santa Fe, febrero de 2021
Fuente: Registro propio.
¿No hay alternativa? Agroecología como salida
“No hay alternativa” fue el famoso slogan con el que Margaret Thatcher nombró y sintetizó al programa neoliberal. Como nos recuerda Mark Fisher, fue en ese momento, a mediados de los años ochenta, cuando el realismo capitalista logró consolidarse ocupando también los sentidos de lo posible. La referencia no es ajena a la situación de la agricultura. La dependencia creciente de insumos químicos y la homogeneización de la producción agrícola han generado un campo débil, tanto en su base ecológica y genética, como en su configuración social. Esta agricultura se construye a sí misma sin alternativa posible. Sin embargo, mientras que la matriz productiva del agro argentino es un importante contribuyente a la crisis socioambiental y a la vulnerabilidad climática, las experiencias agroecológicas emergen como salida. Cuestionan la lógica agroextractivista, ofreciendo herramientas para revertir la vulnerabilidad climática y socioambiental. Frente a los procesos de homogeneización, la agroecología impulsa la diversidad en múltiples planos: biodiversidad, diversidad genética de los cultivos, diversidad productiva (y, por ende, alimentaria), ecología de saberes, diversidad de sujetos sociales. Ante los procesos de fragmentación, promueve la recreación de tejidos comunitarios y el cuidado de los comunes.
Como señalan numerosos testimonios, quienes la practican no entienden a la agroecología como una búsqueda “romántica” sino como una opción posible. Una vía de acceso a la recuperación de la biodiversidad, también de las memorias del territorio y de saberes diversos que conectan prácticas, saberes ancestrales, técnicas agronómicas, consumidores y productores (Gárgano 2024). La importancia de la producción agroecológica no es señalada únicamente por quienes protagonizan estas experiencias. Según organismos internacionales, como la Organización de las Naciones para la Agricultura y Alimentación (FAO, por sus siglas en inglés), la agricultura familiar que la lidera es responsable de gran parte de la producción alimentaria a nivel mundial. Por el contrario, en el caso de la producción cerealera, el agroextractivismo sostiene el uso no alimentario de las cosechas principalmente a través de la producción de agrocombustibles (biodiesel y bioetanol) y de la producción destinada a consumo animal. Al mismo tiempo, mientras que la agroecología diversifica la oferta alimentaria, el patrón agroextractivo la uniformiza y depende de una base genética cada vez más estrecha. Solamente el trigo, el maíz, el arroz y la papa representan el 60% de los alimentos de origen vegetal en el mundo, y solamente 14 especies de animales aportan el 90% de todas las proteínas animales (Nicholls y Altieri, 2019: 56). Como señalamos, la reducción de la base genética de la agricultura dominante está directamente vinculada a su creciente vulnerabilidad climática. Por el contrario, la producción agroecológica incrementa la biodiversidad funcional en los campos de cultivo y, por ende, contribuye a la resiliencia de los agroecosistemas, ofreciendo soluciones para enfrentar los problemas derivados del calentamiento global. La agroecología está ofreciendo herramientas para reconfigurar el modo de habitar y concebir los territorios (ver en Imagen 4 un campo donde se lleva adelante una producción agroecológica). Una forma de producir que, además de plantear otra relación con la tierra, la salud colectiva y ambiental, ha demostrado altos rendimientos, así como una reducción de los costos impuestos por el paquete tecnológico intensivo en plaguicidas que se encuentra dolarizado (Sarandón y Flores, 2020). La producción agroecológica plantea así una salida mientras politiza el clima y la tierra.
Imagen 5. Vista área de un establecimiento agroecológico en La Matanza.
Fuente: Registro aéreo con dron de UNSAM.
Este potente movimiento de producción y de revitalización de los circuitos económicos locales carece del financiamiento estatal que necesita para expandirse. Mientras tanto, la contaminación genética de los cultivos hace que la coexistencia con el agronegocio sea en realidad su relegamiento. Una agricultura que, para extenderse, requiere ser una verdadera política pública. El avance de la agroecología como propuesta (re)ordenadora de la producción del sector también necesita ser pensada en forma situada, atendiendo la diversidad de problemas y condiciones del agro argentino, y uniendo las partes de un mismo problema. Además de fomentar una agricultura sin plaguicidas, resiliente climáticamente y con producción alimentaria, la agroecología también se trata de revertir las condiciones de explotación de sus trabajadores y de atender una de las principales deudas de la democracia argentina, como es garantizar el acceso a la tierra. Un campo homogéneo y vaciado puede volver a estar habitado por la diversidad.
Bibliografía
ETC Group. (2017). Who will feed us? The Peasant Food Web vs. the Industrial Food Chain.
Fisher, Mark (2019). Realismo capitalista. ¿No hay alternativa? Buenos Aires: Caja Negra.
Gárgano, C. (2024). Agroecología para salir del agroextractivismo. Experiencias de vida y producción en la Provincia de Buenos Aires. Geograficando, 20(1), e146. https://doi.org/10.24215/2346898Xe146
Gárgano, C. (2023). Agroextractivism in Argentina environmental health, scientific agendas, and socioecological crisis. Frontiers in Public Health, Sec. Environmental health and Exposome https://doi.org/10.3389/fpubh.2023.1304514
Gárgano, C. (2022). El campo como alternativa infernal. Pasado y presente de una matriz productiva ¿sin escapatoria? Imago Mundi: Buenos Aires.
González, F. y Manzanal, M. (2021) Desigualdad, Territorio y Agricultura Familiar. Discusiones teórico-metodológicas. Estudios Rurales 11(21).
Lajmanovich, R. C., Peltzer, P., Attademo, A. M., Martinuzzi, C., Simonillo, M. F., Colussi, C., Cuzziol Boccioni, A. P. y Sigrist, M. (2019). First evaluation of novel potential synergistic effects of glyphosate and arsenic mixture on Rhinella arenarum (Anura: Bufonidae) tadpoles. Heliyon 5: e02601 https://doi.org/10.1016/j.heliyon.2019.e02601
Nicholls, C. I. y Altieri, M. A. (2019). Bases agroecológicas para la adaptación de la agricultura al cambio climático. Cuadernos de Investigación UNED 11(1) Núm. especial: S55-S61.
Petras, J. y Veltmeyer, H. (2014). Extractive Imperialism in the Americas: Capitalism ‘s New Frontier. Leiden: Koninklijke Brill. https://doi.org/10.1163/9789004268869
Sarandón, S. J y Flores, C. (2020) Agroecología. En Diccionario del agro iberoamericano, Buenos Aires: TeseoPress, https://www.teseopress.com/diccionarioagro
Stocker, T. F., D. Qin, G.-K. Plattner, M. Tignor, S. K. Allen, J. Boschung, A. Nauels, Y. Xia, V. Bex y P. M. Midgley (2013). IPCC, 2013: Summary for Policymakers. En Climate Change 2013: The Physical Science Basis. Contribution of Working Group I to the Fifth Assessment Report of the Intergovernmental Panel on Climate Change. Reino Unido/Nueva York: Cambridge University Press/Cambridge.
[1] Los capítulos que conforman el mencionado podcast pueden consultarse aquí: open.spotify.com/show/1brDkJD3iknylK7QvVEXVU
[1] Más información sobre el mapa que la autora coordina junto a Martín Prieto aquí: Mapa extractivista – Mapa del agronegocio en la provincia de Buenos Aires





