Minería de uranio: Entre proyectos estratégicos, extractivismos y resistencias sociales
Por Agustín Piaz (LICH-UNSAM)[i]
Te mencionamos tres ideas principales sobre la nota:
- En diciembre de 2024, Argentina presentó un nuevo plan nuclear y anunció proyectos para desarrollar las “vastas reservas de uranio” que posee el país.
- En el marco de un escenario polarizado, y en el cual escasean posicionamientos matizados, el artículo presenta una introducción a posicionamientos y problemáticas constitutivas de las controversias sobre la minería de uranio en el país.
- Las controversias por la minería de uranio exceden la problemática del riesgo y discusiones técnicas en sentido estricto siendo, son también profundamente políticas.
Centrales Nucleares de Atucha I y Atucha II
(Fuente: https://deltacom.ar/avanza-la-privatizacion-de-nucleoelectrica-argentina-s-a/)
Cuerpo de la nota
En diciembre de 2024, en el marco del lanzamiento de un nuevo (y polémico) plan nuclear[1], el entonces Jefe de Gabinete de asesores del poder Ejecutivo, Demian Reidel, anunció la existencia de proyectos para desarrollar las “vastas reservas de uranio” que posee Argentina, para abastecer tanto la demanda doméstica, como para su exportación (Oficina del Presidente, 2024).
En este contexto se registró una escalada de cuestionamientos, impulsados y sostenidos en su mayoría por movimientos ambientalistas y antinucleares, así como por vecinos de zonas de influencia minera. Las alarmas se encendieron principalmente en provincias como Río Negro, Córdoba, La Rioja, Mendoza y Santa Cruz. Sin embargo, Chubut devino epicentro de tales resistencias, luego de que tomara estado público la intención de reactivar la minería de uranio en dicha provincia. Vale señalar que Chubut, junto con Mendoza, posee la mayor cantidad de reservas conocidas y potencialmente explotables del mineral en cuestión. Aunque Argentina no es un jugador relevante en el mercado internacional del uranio, dado que posee menos del 1% de las reservas mundiales conocidas y extraíbles a precios competitivos, se estima que con los recursos identificados (aproximadamente 35 mil toneladas) es suficiente para abastecer la demanda interna durante los próximos 150 años, según requerimientos actuales (NEA, 2025).
Ahora bien, por un lado, promotores de la minería y el desarrollo nuclear, tales como funcionarios de las secretarías de ambiente, minería, trabajadores de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) o de Nucleoeléctrica Argentina, caracterizan el escenario descrito como una oportunidad para retomar actividades que pueden impactar positivamente en el desarrollo económico, social y del complejo científico y tecnológico nacional. Por otro lado, sectores sociales resistentes enmarcan estos proyectos como profundamente injustos y perjudícales para la vida, el ambiente y la salud de las personas. Según argumentan estos últimos, se trata, además, de “la peor de todas las minerías”.
En el marco de un escenario mayoritariamente polarizado y en el cual escasean posicionamientos matizados entre quienes se pronuncian a favor o en contra de este tipo de actividades, nos interesa presentar una introducción a posicionamientos y algunas de las problemáticas centrales y constitutivas de las controversias sobre la minería de uranio en el país. Para esto avanzamos, en primer lugar, con una introducción a las relaciones entre la minería de uranio y la producción de nucleoelectricidad, en un escenario caracterizado por un renovado interés por esta fuente de energía. En segundo lugar, describimos el escenario más general en el cual se suceden las controversias, signado por proyectos estratégicos e históricas resistencias. A continuación presentamos argumentos sobre por qué la minería de uranio es percibida por actores resistentes como “la peor de todas las minerías”, al tiempo que sectores promotores equiparan su desarrollo al de otros tipos de minería metalífera. A modo de corolario, traemos a escena aquellas dimensiones de las resistencias que problematizan “más allá” de la cuestión del riesgo en sentido estricto, y contemplan impactos extensivos de estas actividades en procesos económicos, políticos, sociales y culturales.
Uranio y producción de nucleoelectricidad en Argentina
Argentina es un país líder, junto con Brasil y México, en cuanto al desarrollo nuclear en América Latina. En más de setenta años de historia, el país ha logrado la puesta en marcha del primer reactor de investigación de la región, el RA-1, en 1958; de la primera central de potencia, Atucha I, en 1974; y ha alcanzado el dominio del ciclo de combustible nuclear, que contempla desde la minería de uranio hasta la disposición de residuos radiactivos (Hurtado, 2014; Rodríguez, 2020). En la actualidad, Argentina cuenta, entre otras instalaciones nucleares, con tres centros atómicos dedicados a la investigación y el desarrollo de la tecnología nuclear; cinco reactores de investigación y producción de radioisótopos; y tres reactores de potencia que representan el 4% de la capacidad instalada de generación eléctrica en el país (Observatorio Latinoamericano de Energía, 2023)[2]. En cuanto al uranio, éste es un elemento clave del proceso productivo de la nucleoelectricidad, en tanto materia prima que se usa para la fabricación de elementos combustibles nucleares utilizados para alimentar reactores de investigación, producción de radioisótopos y potencia. Desde comienzos del milenio, se registró en el escenario global un renovado interés por este material, en un momento en el que adquirió también un nuevo impulso la tecnología nuclear como opción para la producción de energía eléctrica baja en emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), en el marco de luchas contra el calentamiento global y el impulso de proyectos de transiciones energéticas tendientes hacia la descarbonización. Durante este período, que ha llegado incluso a ser caracterizado como un renacer nuclear (Rootes, 2016), el precio del uranio registró un incremento exponencial que alcanzó picos máximos a comienzos del segundo quinquenio.
En dicho escenario, Argentina relanzó su actividad nuclear. Tras la oficialización de nuevos proyectos en 2006, durante los Gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández, se impulsó la finalización y construcción de nuevos reactores de potencia y la minería de uranio. Si bien el accidente de Fukushima en 2011 tuvo un impacto en la imagen del sector nuclear a escala global (Hindmarsh, 2013; Hindmarsh y Priestley, 2016), no siendo Argentina una excepción (Piaz, 2020), los proyectos de producción de nucleoelectricidad se han mantenido con cierta vigencia[3], adquiriendo un nuevo impulso a comienzos de esta década. Los argumentos sostenidos por sectores promotores se han orientado principalmente en dos direcciones: por un lado, se han apoyado en la caracterización de esta tecnología como una alternativa para la producción de energía de base[4] y baja en emisión de GEI. Por otro lado, han hecho lo propio con la caracterización de esta tecnología como una opción segura, madura y escalable para hacer frente a las crecientes demandas de energía impulsadas por las tecnologías de la información y las comunicaciones, especialmente aquellas vinculadas con la Inteligencia Artificial (IA). Fue precisamente apoyándose en estos argumentos que, durante el lanzamiento del más reciente plan nuclear, se anunciaron proyectos de construcción de un Reactor Modular Pequeño (SMR, por sus siglas en inglés) de diseño nacional (sobre el que poco y nada se ha dicho), así como también las intenciones de dar nuevo impulso a la producción de nucleoelectricidad y reactivar la minería de uranio.
Sobre proyectos estratégicos y resistencias
En Argentina, los procesos extractivos del uranio estuvieron vinculados desde sus inicios a la CNEA. Los primeros proyectos nacionales datan de mediados del siglo pasado. Ya por entonces el uranio era considerado un mineral estratégico (Reverberi, 2003).
En adelante, se han ejecutado proyectos de mediana y baja escala, que alternaron técnicas de extracción entre minería subterránea y a cielo abierto, con preponderancia de estas últimas en las últimas décadas. Sin embargo, a diferencia del incremento experimento por la minería metalífera de otros elementos, la minería del uranio se interrumpió en el país a mediados de los noventa. Según adujo la CNEA por entonces, esto ocurrió por razones económicas asociadas a los costos extractivos del material y a cierta variación en los precios internacionales.
A comienzos del nuevo milenio, Argentina retomó el interés por la minería de uranio. Contribuyeron a ello, la mencionada reactivación de la actividad nuclear en el país en 2006, el pico histórico alcanzado por el precio del uranio en el mercado internacional y los proyectos que buscaban aumentar la producción de nucleoelectricidad en el territorio. En este escenario, de manera análoga a lo ocurrido con otros proyectos mineros de creciente presencia en el país, se registró la emergencia de cuestionamientos y resistencias a las intenciones de reapertura y búsqueda de nuevos sitios explotables. Asimismo, estas resistencias se inscribieron en el marco de históricas discusiones por procesos de extracción y tratamiento del uranio identificados en Argentina desde el retorno a la democracia en 1983 hasta la actualidad, tras la reapertura de la esfera y el espacio público para la participación política. Si bien dichos procesos no fueron masivos, se han registrado cuestionamientos que alcanzaron cierto grado de visibilidad a nivel local e incluso nacional, ocasionalmente derivando en acciones de protesta de relevancia que promovieron impactos varios (Piaz, 2020; 2022; 2024). En términos más generales, y a diferencia de lo ocurrido en el escenario internacional, las resistencias a la minería de uranio han permanecido fuera del mainstream antinuclear, los cuestionamientos y protestas en contra de los procesos extractivos de este elemento en Argentina se han sumado a controversias vinculadas con otras etapas del proceso productivo de la nucleoelectricidad registradas en el país, como la producción de dióxido de uranio, la fabricación de elementos combustibles nucleares, la producción de energía propiamente dicha, y el manejo y disposición de residuos radiactivos (Hecht, 2012).
“La peor de todas las minerías”
La minería de uranio puede ser implementada mediante diversas técnicas de extracción, cuya aplicación varía según las características de los sitios explotables, la disponibilidad y accesibilidad al elemento, o las capacidades económicas, técnicas y operativas de las empresas involucradas, entre otros factores de relevancia. Entre estas posibilidades se encuentran la minería a cielo abierto (conocida como open pitt mining), la minería subterránea (underground mining) y la lixiviación in situ o de tratamiento “en el lugar”, que implica la implementación del proceso de lixiviado bajo tierra. La extracción de uranio a cielo abierto es la que más se realizó en el país. Esta, puntualmente, genera rocas residuales con concentraciones “similares o algo superiores” a la concentración que se encuentra en la naturaleza y superiores en cantidad y volumen a las que se obtienen, por ejemplo, mediante minería subterránea. Una vez realizado el proceso de lixiviación, mediante tratamientos hidrometalúrgicos, se obtiene, por un lado, el concentrado de uranio y, por otro lado, las denominadas “colas”. Estas últimas consisten en residuos líquidos y sólidos que no sólo contienen uranio que no pudo extraerse de la roca ( en una cantidad que oscila entre el 5 y el 10% aproximadamente), sino también otros productos asociados al decaimiento de este elemento (nuevos elementos en los que se transforma el uranio al modificarse su composición). Si bien la radioactividad de estas colas es baja (ya que se trata de uranio en estado natural), sus impactos ambientales se encuentran asociados a las cantidades de material que contienen, “su contenido residual de radionucleidos de período largo y otros componentes peligrosos como, por ejemplo, metales pesados y arsénico” (Fernández Niello, 2005: p. 103-104).
Por tanto, a diferencia de actividades extractivas de otros minerales como oro, plata o litio, la minería de uranio debe contemplar cuidados tanto químicos como radiológicos. Estas características y particularidades que presenta la actividad han impactado en la percepción de este tipo de minería como especialmente riesgosa para el ambiente y la salud de las personas (Slovic, 2000). De este tipo de argumentos se valen actores resistentes, tales como movimientos ambientalistas y antinucleares, a la hora de señalar a la minería de uranio como “la peor de todas”.
Protesta en contra de la planta nuclear en Puerto Pirámides, provincia de Chubut
(Fuente: https://agenciatierraviva.com.ar/argentina-quiere-la-central-nuclear-atucha-iii/)
No obstante, también se identifican argumentos de índole más general entre quienes resisten a la minería de uranio. Entre ellos, destacan argumentos vinculados a la minería a cielo abierto, así como los que advierten sobre la posibilidad de contaminación de sitios como resultado de procesos de lixiviación, utilización de grandes cantidades de agua, impactos en flora y fauna nativa, reconfiguración de los territorios, impactos en economías o formas de vida locales (Svampa y Antonelli, 2009; Wagner y Walter, 2020). Empero, las actividades vinculadas a la extracción y tratamiento del uranio han sido también cuestionadas a partir de la presentación de argumentos más específicos, que ponen el foco tanto en las características químicas como radioactivas que presenta este elemento. Reparando en las particularidades de los cuestionamientos a la minería de uranio (revisando especialmente lo registrado en África, Australia y Estados Unidos), Hecht (2012) señala que “los peligros de la contaminación radiológica les han otorgado [a los resistentes] una misión distintiva”. Mientras que algunos “han desarrollado experticia en temas de radioactividad”, otros han encontrado formas de traducir la excepcionalidad de los asuntos nucleares a “idiomas tradicionales” (p. 289).
Defensas desde el sector nuclear
Tanto integrantes de sectores promotores de la tecnología nuclear, como agentes que participan de su regulación, pusieron el acento en que sus impactos pueden ser minimizados, mitigados y controlados. Es decir que, a pesar de las características particulares que presenta el uranio -tal como la radioactividad-, desde instituciones como la CNEA y la Autoridad Regulatoria Nuclear (organismo que se encarga de controlar la seguridad física y radiológica de los sitios en los que se obtiene y/o procesa el uranio, en adelante ARN) se sostiene la posibilidad de llevar a cabo una minería “cuidada y sustentable” de este elemento, que no implica mayor complejidad que otras actividades similares. Así lo explica un trabajador de la ARN,
Todas las actividades antrópicas generan un impacto, así que digamos que eso no lo vas a poder evitar. Lo que vas a poder, a lo sumo, es prever esos impactos, intentar minimizarlos y mitigarlos. Ahora, respecto de si es la más contaminante (…) Yo creo que el tema de la minería de uranio lo que tiene es que está asociada a lo nuclear. Tiene esa etiqueta de mucho más peligrosa, pero no. Creo que podríamos empezar planteando que el mineral de uranio está en la naturaleza, o sea, lo único que se hace en la etapa de extracción es bueno, justamente extraerlo, exponerlo en superficie y en la planta asociada, concentrarlo. Entonces sí, los riesgos se elevan. Pero también depende de qué ley tenga el yacimiento. ¿Tiene mucho mineral o no? Si hay poco va a generar más residuos, claro, más roca residual. Pero también, si hay poco, es más manejable desde el punto de vista de los trabajadores, desde el punto de vista de cuando esa planta funcione (Entrevistado A, entrevista personal, 2024).
La Comisión Nacional de Energía Atómica
(Fuente: https://revistanyt.com.ar/online/cnea-en-las-redes-lo-que-dejo-diciembre/)
Asimismo, se registra también un amplio consenso en que las prácticas mineras y los estándares de seguridad y cuidados ambientales se han elevado considerablemente con el correr de los años, a partir de “malas prácticas” registradas no sólo en Argentina sino también en otros países mineros que suelen imponer estándares de calidad y protección ambiental, como Estados Unidos, Canadá o Francia. Los cambios han resultado de tal magnitud que, según un alto funcionario de la gerencia de minerales de la CNEA, las actividades pasadas resultan impracticables en la actualidad
Hoy en día una mina de uranio debe ponerse en operación con una visión puesta en el cierre. Ya la abrís con un plan de cierre, y lógicamente con todos los cuidados para el ambiente y las personas. Ese cambio de paradigma ha sido notable tanto en la minería en general como en la minería nuclear, que está doblemente regulada. Que a veces lo vemos como un problema, pero a veces como una ventaja. Doblemente regulada porque está regulada en lo que hace a las generales de la ley en temas mineros y ambientales, y todo lo que tiene que ver con los riesgos radiológicos. Si bien puede llegar a ser engorroso, lo termino viendo como algo positivo para la percepción social, que tenga esta suerte de doble control. Los problemas ambientales que se han ocasionado en muchos lugares del mundo, no han ocurrido solo acá en Argentina. Las malas prácticas se han aplicado en Sudáfrica, en Estados Unidos, Canadá, Francia. (Entrevistado B, entrevista personal, 2023).
En suma, y en términos más generales, tanto desde sectores promotores como de aquellos avocados a la regulación de asuntos nucleares, se registra cierto consenso en torno a la posibilidad de llevar adelante las tareas de extracción de uranio cumpliendo con estándares de seguridad que buscan minimizar los impactos inherentes a este tipo de actividades. Asimismo, señalan que los controles específicos que se ejercen en torno a la minería de este elemento, debido a las particularidades que presenta por tratarse de un metal radioactivo, pueden incluso ser consideradas como un plus que contribuye a la supervisión y control de las actividades mineras.
Uranio ¿Para qué y para quiénes?
Desde la década del noventa, las extracciones mediante la minería de gran escala o megaminería han ido en aumento en Argentina, propiciadas por una serie de reformas de marcos regulatorios asociados a estas actividades (Walter y Wagner, 2021). Entre éstas se destacaron medidas como la “provincialización de los recursos naturales”, y aquellas que buscaron favorecer a empresas transnacionales a través del ofrecimiento de estabilidad fiscal y exenciones de pago de impuestos, como deducción de ganancias, cánones de explotación o de retenciones por exportación, entre otros de relevancia (Svampa et al., 2009).
Más recientemente el gobierno de Javier Milei promulgó un Régimen de Incentivos a las Grandes Inversiones (RIGI) que establece beneficios tributarios y aduaneros, tan en sintonía con la batería de medidas impulsadas en los años noventa, como auspiciosos para proyectos orientados hacia el extractivismo de materias primas, punto tal que llegaron a ser caracterizados como posibilitadores de una forma de “Colonialismo 2.0” (Seoane y Hayes, 2024). En este escenario, el impulso a la minería de uranio fue explicitado incluso por el presidente: «Si alguien quiere comprar uranio, se lo vendo. ¿De qué te sirve tenerlo enterrado y cagarte de hambre?». Además, agregó: “Vas a tener estadounidenses en fila para sacar el uranio” (El Economista, 2025).
Nucleoeléctrica Argentina S.A. en el debate sobre su privatización
(Fuente: https://www.pagina12.com.ar/861986-el-gobierno-oficializo-el-remate-de-nucleoelectrica)
Tras estas declaraciones, las resistencias se multiplicaron en la esfera pública, al compás de cuestionamientos característicos y constitutivos de las luchas anti mineras. Esta luchas plantean interrogantes que es conveniente tener en consideración: ¿minería de uranio para qué? ¿para quiénes? ¿para reimpulsar actividades de investigación y desarrollo de la CNEA? ¿Para la fabricación nacional de combustibles y para abastecer reactores locales? ¿Para que las empresas transnacionales lo exporten como materia prima sin (o con escaso) valor agregado? ¿Para alimentar reactores nucleares en el norte global? Se trata, en suma, de cuestionamientos fundamentales para comprender y orientar la toma de posiciones frente a una de las actividades más resistidas en el mundo y una de las consideradas como más contaminantes.
Es fundamental desatacar, en este sentido, que en las controversias se problematizan dimensiones que van “más allá” de los riesgos para el ambiente y la salud de las personas. Dichas controversias también ponen en discusión los posibles impactos económicos, sociales y culturales de las actividades mineras y de los procesos productivos asociados a éstas. Por tanto, focalizar la atención sólo en el elemento cuestionado puede conducir, como señala Hecht (2023), a falsas soluciones. Al contrario, como bien señala la autora, resulta fundamental prestar atención no sólo a “las moléculas” sino también a las profundamente enraizadas infraestructuras que las producen y los procesos productivos asociados (p.16).
En términos más generales, se observa que las discusiones en torno a la problemática del riesgo asociada a las actividades mineras y a sus posibles impactos positivos y/o negativos, ya sea en procesos industriales, económicos, sociales o culturales, ponen en evidencia que las decisiones, incluso aquellas que parecieran circunscribirse a aspectos principalmente técnicos, son intrínsecamente políticas, tal como supo mostrar tempranamente Dorothy Nelkin (1984).
Referencias
-El Economista. (2025). Milei: “Si alguien quiere comprar uranio, se lo vendo. ¿De qué te sirve tenerlo enterrado y cagarte de hambre?” – El Economista. Recuperado el 20 de agosto de 2025, de https://eleconomista.com.ar/energia/milei-si-alguien-quiere-comprar-uranio-lo-vendo-de-te-sirve-tenerlo-enterrado-cagarte-hambre-n83971
-Fernández Niello, J. (2005). Radiactividad en el medio ambiente. Eudeba.
-Hecht, G. (2012). Being Nuclear. Africans and the Global Uranium Trade. MIT Press.
-Hecht, G. (2023). Residual Governance. How South Africa Foretells Planetary Futures. Duke University Press.
-Hindmarsh, R. (2013). 3/11: Megatechnology, Siting, Place and Participation. En Nuclear Disaster at Fukushima Daiichi. Social, Political and Environmental Issues. Routledge.
-Hindmarsh, R., & Priestley, R. (2016). The Fukushima Effect A New Geopolitical Terrain. Routledge.
-Hurtado, D. (2014). El sueño de la Argentina atómica. Política, tecnología nuclear y desarrollo nacional (1945-2006). Edhasa.
-Nelkin, D. (1984). Controversy: Politics of Technical Decisions. Sage.
– Nuclear Energy Agency (NEA) (2025), Uranio 2024: Recursos, producción y demanda, Publicaciones de la OCDE, París
-Oficina del Presidente (2024, diciembre 20). El Presidente Milei anuncia el Plan Nuclear Argentino [Video recording]. https://www.youtube.com/watch?v=Q5kI-ZvvebQ
-Piaz, A. (2020). Participación ciudadana y resistencias al proceso productivo de la nucleoelectricidad en Argentina. En Naturaleza y conocimientos en tensión. Aportes al debate ambiental desde las ciencias sociales (pp. 329–356). Teseo Press.
-Piaz, A. (2022). Uranio, tecnología nuclear y conflictos ambientales en la Argentina. El caso de la provincia de Córdoba. En Los conflictos ambientales en América Latina III (pp. 217–236). UNGS-CIGA.
-Piaz, A. (2024). Uranio, ¿“la peor de todas las minerías”?: Proyectos estratégicos y resistencias sociales en La Rioja, Argentina. ArtefaCToS. Revista de estudios sobre la ciencia y la tecnología, 13(2), 185–212. https://doi.org/10.14201/art2024.32070
-Reverberi, O. (2003). Organismos Nacionales de Minería. Cronología de su Organización y Evolución. En Historia de la Minería Argentina (Vol. 1). Servicio Geológico Minero Argentino.
-Rodríguez, M. (2020). Estado, industria y desarrollo Atucha II y la senda del Programa Nuclear Argentino (1979-2014). Prohistoria Ediciones.
-Rootes, C. (2016). Foreword. En The Fukushima Effect. A New Geopolitical Terrain (pp. xv–xix). Routledge.
-Seoane, I. H., José. (1725582563). Colonialismo 2.0: El RIGI, la ofensiva extractivista de pobreza programada | Zona de promesas (para los ultramillonarios). PAGINA12. https://www.pagina12.com.ar/765219-colonialismo-2-0-el-rigi-la-ofensiva-extractivista-de-pobrez
-Slovic, P. (2000). Perception of Risk from radiation. En The Perception of Risk (pp. 264–274). Earthscan.
-Svampa, M., & Antonelli, M. (2009). Minería transnacional, narrativas del desarrollo y resistencias sociales. Biblos.
-Walter, M., & Wagner, L. (2021). Mining struggles in Argentina. The keys of a successful story of mobilisation. The Extractive Industries and Society, 8(4), 100940. https://doi.org/10.1016/j.exis.2021.100940
Entrevistas citadas
-Entrevistado A: Funcionario de la Autoridad Regulatoria Nuclear, inspector de instalaciones de minería de uranio, entrevista personal realizada en febrero de 2024
-Entrevistado B: Funcionario jerárquico del área División de Proyectos de la CNEA, entrevista personal realizada en abril de 2023.
[1] Se trata de un plan nuclear que no ha estado exento de cuestionamientos, sobre el cual se han dado pocas precisiones y que hasta el momento no ha registrado avances significativos.
[2] Existen, además, acuerdos con China -que no han avanzado- para la construcción de nuevos reactores de potencia; proyectos pendientes para la finalización del CAREM, un pequeño reactor modular de diseño nacional (SMR); y anuncios de nuevos proyectos de construcción de otro SMR de diseño nacional, sobre el que poco se ha dicho.
[3] Salvo excepciones, como el caso de Alemania.
[4] Que se caracteriza por su capacidad de ofrecer un suministro continuo de energía, a diferencia de otras fuentes de energía, como las renovables.
[i] Agustín Piaz es Doctor en Ciencias Sociales por la Universidad de Buenos Aires (UBA), Magíster en Sociología de la Cultura y el Análisis Cultural y Licenciado en Comunicación Audiovisual por la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM). Es Investigador Asistente (CONICET), con sede de trabajo en el LICH_UNSAM-CONICET, docente en la Escuela de Humanidades (UNSAM) y en la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo (UBA). Entre sus líneas de trabajo se destacan estudios sobre controversias y procesos de discusión de Ciencia y la Tecnología que se dirimen en la esfera pública, especialmente aquellos que versan sobre la producción de energía, alimentos y la cuestión ambiental.




