Pensando el cambio climático desde Argentina

Por Elisabeth Möhle

A partir de la presentación del último reporte del Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC) nos preguntamos primero cuáles son las principales conclusiones que trae y luego qué posición está tomando Argentina frente al tema en general y la COP de Glasgow de noviembre en particular.

A principios de agosto, el IPCC presentó su último reporte llamado “Cambio climático 2021: las bases físicas”. Se trata de la comprensión física más actualizada del sistema climático y el cambio climático, que reúne los últimos avances en ciencia del clima y combina múltiples líneas de evidencia como el paleoclima, observaciones, comprensión de procesos y simulaciones climáticas globales y regionales.

El Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) de las Naciones Unidas se creó en 1988 para centralizar y sistematizar el avance de los conocimientos científicos sobre el cambio climático, sus causas, posibles repercusiones y estrategias de respuesta. En este sentido, los informes que produce el IPCC no son investigación primaria, sino una evaluación sistematizada de la literatura publicada. Pero también cumple la función de orientar y estimular la investigación en materia climática al señalar limitaciones y vacíos de conocimiento. Para la realización de este trabajo en particular las y los más de 200 autores del informe analizaron y sistematizaron unos 14.000 artículos.

El informe está organizado en cuatro partes:

  1. El estado actual del clima
  2. Posibles futuros climáticos
  3. Información climática para la evaluación de riesgos y la adaptación regional
  4. Limitar el cambio climático futuro

Repasaremos aquí los principales hallazgos de las dos primeras secciones. El informe comienza describiendo las bases físicas de las condiciones climáticas actuales.

El estado actual del clima

1. Es inequívoco que la influencia humana ha calentado la atmósfera, el océano y la tierra. Ya han ocurrido cambios generalizados y rápidos en la atmósfera, el océano, la criosfera y la biosfera. Es decir, hay un consenso absoluto en la comunidad científica de que: i) hay cambio climático, ii) que eso efectivamente ha calentado la atmósfera, los mares y la superficie terrestre; iii) que este calentamiento ya generó cambios en esos sistemas y iv) que la causa de este proceso es la actividad humana.

2. La escala de los cambios recientes en todo el sistema climático en su conjunto y el estado actual de muchos aspectos del sistema climático no tienen precedentes durante muchos siglos o miles de años.

3. El cambio climático ya está afectando a muchos fenómenos meteorológicos y climáticos extremos en todas las regiones del mundo. Evidencia de cambios observados en extremos como olas de calor, fuertes precipitaciones, sequías y ciclones tropicales.

En la próxima imagen se ve específicamente el impacto sobre América del Sur con los diferentes escenarios de aumento de temperatura – 1.5°, 2° y 4° C – para las 4 dimensiones: i) temperatura máxima, ii) precipitación anual, iii) precipitaciones de 5 días y iv) días consecutivos de sequía.

Posibles futuros climáticos

Lo siguiente que hace el reporte es proyectar posibles trayectorias socioeconómicas compartidas (SSP, por sus siglas en inglés), en función de cuánto dióxido de carbono sigamos emitiendo.

En el siguiente gráfico observamos cómo los diferentes escenarios de evolución de las emisiones de gases de efecto invernadero tienen como consecuencia diversos intervalos de aumentos de temperatura. Por ejemplo, el escenario más optimista de alcanzar emisiones cero para 2050, el aumento de temperatura se encontraría entre 1 y 1.9°C.

4. La temperatura global de la superficie seguirá aumentando hasta al menos mediados de siglo en todos los escenarios de emisiones considerados. El calentamiento global de 1,5 ° C y 2 ° C se superará durante el siglo XXI a menos que se produzcan reducciones profundas de CO2 y otras emisiones de gases de efecto invernadero en las próximas décadas.

5. Muchos cambios en el sistema climático se refuerzan en relación directa con el aumento del calentamiento global. Por ejemplo, aumentos en la frecuencia e intensidad de los extremos cálidos, olas de calor marinas y fuertes precipitaciones, sequías agrícolas y ecológicas en algunas regiones y la proporción de ciclones tropicales intensos, así como reducciones en el hielo marino del Ártico, la capa de nieve y el permafrost.

Por ejemplo, la siguiente imagen muestra cómo, con cada incremento del calentamiento global, aumenta la temperatura media regional.

6. Se proyecta que se intensificará aún más el ciclo global del agua, incluida su variabilidad, las precipitaciones monzónicas globales y la gravedad de los eventos húmedos y secos.

7. En escenarios con crecientes emisiones de CO2, se prevé que los sumideros de carbono oceánicos y terrestres sean menos efectivos para frenar la acumulación de CO2 en la atmósfera. Actualmente no todas nuestras emisiones van a parar a la atmósfera, sino que una importante proporción es absorbida por la tierra y los mares. En los escenarios con crecientes emisiones, se espera que estos sumideros sean menos efectivos y así se genere una retroalimentación negativa. Un ejemplo muy claro de esto es el Amazonas que, según investigadores del Instituto Nacional de Investigación Espacial de Brasil, no sólo redujo su capacidad de absorción de carbono, sino que incluso una parte empezó a emitirlo porque la selva muere más de lo que crece.

8. Algunos cambios debidos a las emisiones de gases de efecto invernadero pasadas y futuras son irreversibles durante siglos o milenios, especialmente los cambios en el océano, las capas de hielo y el nivel global del mar. Los cambios en los ecosistemas acuáticos son procesos lentos e interconectados. Siguiendo con el esquema de los escenarios posibles, acá vemos las diferentes trayectorias que podría tomar el aumento del nivel del mar. Lo particularmente relevante y preocupante de este proceso en específico es que una vez desencadenado va a avanzar de manera irreversible.

Por último, el reporte refiere a las posibilidades de limitar el cambio climático futuro. Aquí propone,  que  desde una perspectiva de las ciencias físicas, limitar el calentamiento global inducido por el ser humano a un nivel específico requiere limitar las emisiones acumuladas de CO2, alcanzando al menos cero emisiones netas de CO2, junto con fuertes reducciones en otras emisiones de gases de efecto invernadero (metano y óxido nitroso, entre otros).

Como vemos, hay una relación prácticamente lineal entre las emisiones acumuladas de CO2 y el aumento de la temperatura de la superficie global. En ese sentido, cada tonelada importa.

Hasta aquí el reporte. Los datos hablan por sí solos. La situación es dramática, preocupante y exige acciones de mitigación y adaptación de manera urgente para evitar los peores escenarios. Es decir, descarbonizar, transición energética, eficiencia energética, frenar la deforestación y los cambios de uso del suelo, regenerar ecosistemas, reducir el porcentaje de consumo de alimentos basados en animales, consumo responsable, etc. Siempre bajo el lema de las responsabilidades comunes pero diferenciadas.

Ahora bien, a través del Protocolo de Kyoto (1997) y el Acuerdo de París (2015) las Naciones Unidas han determinado que la acción frente al cambio climático requiere del compromiso concertado entre todos los países de reducir sus respectivas emisiones de gases de efecto invernadero (GEIs) a fin de limitar el aumento de la temperatura media terrestre a 1.5 o 2°C. Sin embargo, aunque todos los países enfrentan el mismo problema, no lo hacen de igual manera: a las naciones desarrolladas y en desarrollo se les presentan costos y riesgos diferentes y tienen capacidades de acción disímiles.

A partir de estos escenarios disímiles, los países ensayan estrategias discursivas, políticas y tecnológicas diversas para encarar el problema del cambio climático. Y entre las diversas dimensiones relevantes a mirar en estas estrategias, dos son: i) la articulación y el posicionamiento común con actores similares y ii) la coherencia y amalgama de la estrategia climática de largo plazo con las políticas y las urgencias del corto plazo.

Respecto del primer punto, es interesante atender los discursos de la cumbre celebrada el miércoles 8 de septiembre. Se trató de un “Diálogo de alto nivel sobre acción climática en las Américas”, un encuentro coorganizado por Argentina, Barbados, Chile, Colombia, Costa Rica, Panamá y República Dominicana. De parte de Argentina estuvieron junto al presidente Alberto Fernández los ministros de Ambiente y Desarrollo Sostenible, Juan Cabandié, y de Relaciones Exteriores, Comercio Internacional y Culto, Felipe Solá, y el secretario de Asuntos Estratégicos, Gustavo Béliz.

El presidente abrió el encuentro diciendo que “propusimos esta cumbre para abordarla desde una perspectiva genuinamente latinoamericana. Nos convoca hoy la urgencia de la ambición y la acción climática, así como la necesidad de pensar mecanismos innovadores que nos permitan reconstruirnos mejor y fortalecer los lazos de cooperación para cuidar nuestros territorios y comunidades”.

A su vez, asumió algunos compromisos como:

  1. “Formalizaremos en la próxima COP de Glasgow (la cumbre internacional de cambio climático que sucederá a principios de noviembre) un incremento del 2% en el compromiso de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero”
  2. “Para lograr esto elaboramos el Plan Nacional de Adaptación y Mitigación del Cambio Climático junto con las provincias y los actores de toda la sociedad argentina”
  3. “Pusimos en marcha una mesa de transición para la promoción de las energías renovables y el desarrollo de un complejo productor y exportador de energías limpias y de bajas emisiones basadas en el hidrógeno”
  4. “El transporte sostenible es otra de nuestras prioridades para reducir las emisiones impulsando la eficiencia y la electrificación”
  5. “También adoptaremos medidas profundas para erradicar definitivamente la deforestación ilegal tipificándola como un delito ambiental”

Complementariamente, en el segundo punto podemos analizar el proyecto de ley de Hidrocarburos presentado el miércoles 15 de septiembre, también por el presidente Alberto Fernández. El proyecto apunta a promover la inversión en el sector hidrocarburífero a través de dos palancas principales: i) la creación un nuevo régimen de promoción de exportaciones de petróleo y gas, al asegurarles a las petroleras que podrán exportar un porcentaje de su producción incremental de hidrocarburos (un 20%) y ii) la libertad para liquidar divisas generadas por una parte (un 50%) de las exportaciones garantizadas por el proyecto.

Desde el Ejecutivo explican el proyecto de  ley  pensando en la  necesidad energética del país, estabilizar la oferta en el marco de una macroeconomía y fomentar la inversión en el marco de una macroeconomía problemática. Sin embargo, dados los compromisos ratificados en el Congreso Nacional y enunciados por el presidente, así como la transición energética y los cambios tecnológicos internacionales que ya están en marcha, requiere de una mayor integración estructural de la estrategia de largo plazo respecto de la energía y la descarbonización argentina. Esta coherencia, hoy ausente, permitiría ordenar y alinear objetivos e incentivos de los diversos actores implicados en esta agenda de manera más virtuosa.

 

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